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El Hospital Avellaneda cambió la vida de Cristian, Rosarito y Lourdes

Una discapacidad no te hace menos persona, pero si no tenés ayuda, en algunos casos se hace difícil enfrentar al mundo. Por ese motivo, profesionales del Hospital de Clínicas Nicolás Avellaneda creó hace diez años la única unidad de neuro-ortopedia de la provincia y del NOA, y le devolvió la esperanza de una mejor calidad de vida a cientos de niños. Conozca la historia de tres claros ejemplos: Cristian, Rosarito y Lourdes.

Los tres ‘guerreros’ desde muy chicos vienen ganando sus respectivas batallas. Comparten sus ganas de vivir, superarse y demostrar que, a pesar de una discapacidad, se puede llevar una vida totalmente normal.

Cristian Robles tiene 18 años, sufre de parálisis cerebral desde que nació y afecta solo la parte motora de los miembros inferiores; por lo tanto, tuvo cuatro cirugías a lo largo de su vida.

Visiblemente emocionado, recuerda que a los cuatro años fue su primera intervención quirúrgica: una operación de luxación de cadera y tendones cortos.

La rehabilitación fue un paso importante en la recuperación total. “Depende de cada uno y de las ganas de salir adelante. Lleva mucho tiempo, pero es fundamental el apoyo de la familia y el acompañamiento del equipo médico, al igual que la calidez humana que existe en el Hospital Avellaneda”, expresó Cristian.

Acompañado siempre de su mamá, Cristián continúo el relato de su historia. “Me operó el doctor Mariano Combes. Después pasé por rehabilitación y fui mejorando poco a poco, hasta llegar a mi segunda operación, a los 12 años. Fue de caderas, rodillas y tendones. En la cadera me pusieron una prótesis para acomodar los huesos; en las rodillas me hicieron el resto anterior, donde pudieron mejorar la extensión, ya que no podía pararme ni con ayuda del andador”, sintetizó con lágrimas en sus ojos. Además, dijo ser un agradecido eterno al hospital y a todo el equipo de profesionales que lo ayudó.

Cristian es un luchador constante, siempre está acompañado de su sonrisa y sus ganas de superarse día a día. Está por terminar el secundario, sueña con ser periodista y locutor, relatar un partido de la selección o del club del que es hincha.

“Tener una discapacidad no te hace menos que nadie. Gracias a Dios, al Hospital Avellaneda y al doctor Mariano tengo una vida normal, juego al futbol, estudio, soy DJ y estoy convencido de que los sueños se cumplen con esfuerzo y dedicación. Si no, mírame a mí, que logré muchas cosas en mis 18 años”, afirmó con alegría y esperanza.

Por último, dejó un mensaje a los chicos que están en la misma situación. “No bajen los brazos. Esto es un camino largo, difícil, pero todo se puede lograr. Y a las familias, que los acompañen en todo momento porque no hay nada mejor que la compañía de los seres queridos”, concluyó.

Rosarito Novillo tiene tres años y nació con una parálisis braquial obstétrica, una lesión en los nervios periféricos del plexo braquial que afecta la extremidad superior y sobreviene por traumatismo producido durante el parto. Durante esta nueva visita al hospital, se la vio jugando todo el tiempo y no como llegó al mes de vida por primera vez.

“Mediante rehabilitación tuvo una evolución natural, pero no se logró recuperar del todo ya que presentaba un déficit en la elevación y rotación del hombro, algo esencial en las funciones de los miembros superior. Por eso, a los dos años tuvo una cirugía paliativa que repone lo que no se logró por medio de rehabilitación. Rosarito fue nuestra primera paciente”, contó Alejandro Escobedo Paz, médico desde el principio del tratamiento. “Este tipo de intervenciones antes eran habituales en mayores de cinco años. Ahora se bajó la edad, ya que la recuperación del niño es más fácil porque se recupera jugando, y Rosarito es una prueba de eso; una vez que le sacamos el yeso, ya estaba jugando en un columpio”, agregó el galeno.

Mariana Darvich, mamá de Rosarito, agradeció a todo el personal del hospital, en especial a los médicos que trataron a su hija. Desde el primer momento se sintieron acompañadas y contenidas. “Los resultados son excelentes y lo empezamos a notar desde que le sacaron el yeso. Pudo mirar las palmas de sus manos y con el trascurrir de la semana pudo tocar sus orejas y el colero del pelo. Actualmente Rosarito está cursando jardín de cuatro y realiza las mismas actividades que sus compañeros. Como madre es una felicidad muy grande ver que puede hacer lo mismo que los chicos de su edad”, cerró.

Por su parte, una tímida pero feliz Lourdes Álvarez, quien tiene once años, nació con una parálisis cerebral que le afecta la rodilla y el brazo izquierda. Siempre acompañada de su bisabuela Ramona Albarracín, después de recorrer distintos médicos y hospitales, llegó al Avellaneda por recomendación de una amiga. En los últimos dos años, la nena tuvo cuatro cirugías, hoy está en sexto grado y cuenta que le gusta hacer gimnasia y jugar al fútbol.

“Por parte del hospital recibió mucha contención, afecto, calidez humana y siempre se sintió muy bien”, sostuvo la bisabuela.

Algo que destacó es el seguimiento y el compromiso del doctor Escobedo Paz con Lourdes y con cada uno de sus pacientes, remarcando que siempre están tratando de buscar una solución a todos los problemas de los niños. Agregó que todos lo consideran un amigo que está siempre disponible y con buenas energías, dando alivio a la preocupación lógica de la familia.

En 2015 la operaron por primera vez en los pies y en las rodillas. Con nueve años, tuvo dos intervenciones quirúrgicas, para luego seguir trabajando con el servicio de rehabilitación del nosocomio. En mayo de este año tuvo su tercera intervención en la rodilla izquierda, lo cual le dio la posibilidad de correr y disfrutar muchas cosas que antes solo las podía ver.

El día de Lourdes comienza a las 9 horas con rehabilitación, para luego seguir en la escuela. Después tiene maestra particular para apoyarla en temas puntuales y termina a las 23.

Con la timidez que las caracteriza, dejaron un mensaje a todos los que tienen este tipo de discapacidad: “No bajen los brazos. Hagan tratar a sus chicos en el hospital. Van a encontrar un personal excelente y sobre todo personas muy buenas, dispuestas a ayudar y acompañar al niño y a la familia”.

Logros del hospital y de sus profesionales

Desde 2006, a partir de la iniciativa del doctor Mariano Combes, el Hospital Avellaneda cuenta con la única unidad de neuro-ortopedia de la provincia y el NOA, compuesta por los consultorios de Ortopedia Infantil, a cargo de los doctores Combes y Cesar Risso Patrón, de Neuro-ortopedia y de los doctores Alejandro Escobedo Paz y Mauro Ferullo. En su momento estuvo el actual subdirector, doctor Miguel Ferré Contreras, quien sigue de cerca este trabajo. La Unidad está destinada a tratar niños con secuelas motoras de enfermedades tales como parálisis cerebral, mielomeningocele, distrofias musculares, secuelas traumáticas, entre otras.

Dado lo complejo de este tipo de patología ortopédica infantil, se requiere un estrecho contacto con el servicio de pediatría y otras áreas multidisciplinarias que interactúan en el manejo de los pacientes, efectuando consultas simultaneas de varios especialistas para la elaboración en consenso de un plan terapéutico en beneficio del paciente.

El hospital está bajo la dirección del doctor Luis Medina Ruiz quien aseguró sentirse orgulloso de los logros de los profesionales tucumanos. Por su parte, al creador de la Unidad, el doctor Combes, no le alcanzan las palabras para expresar la emoción que siente al devolverles la esperanza a esos pequeños.

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