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Socios de un mensaje de vida

La enfermedad unió el camino de Carlos, Mónica y Danila. Después de mucho tiempo, hoy la salud los junta para llevar un mensaje optimista de poder salvar vidas. La necesidad de donar y recibir un órgano es responsabilidad de todos como sociedad y así lo marca estas historias de vida.

Los tres pacientes volvieron al Hospital Padilla, pero esta vez  no para un control sino para celebrar la vida gracias a la posibilidad que les dieron sus donantes tiempo atrás. Allí se cruzaron con otros amigos a los cuales les tocó vivir una situación similar, donde tan solo cada uno de ellos sabe lo que es estar parado en la inmensidad de la espera.

Socios de un mensaje de vida

Carlos Rivadeneira, trasplantado de córnea hace una década, estuvo ocho años en lista de espera. En 2005 fue trasplantado. Sobre su historia de vida, dijo con la frente en alto y orgulloso de hoy saber lo que es la donación: “Antes no sabía lo que era un trasplante. Había muchos mitos sobre la intervención. Cuando me operaron y conocí a otros amigos trasplantados que vivían los mismo que yo, con ellos formamos una fundación”.

En esta línea, Carlos avanzó: “Empezamos a hacer capacitaciones en escuelas. Decidimos ir por algo que no teníamos: una ley. También tuvimos la suerte de pertenecer al Consejo Asesor de Pacientes del Incucai, donde somos miembros activos. Desde ese trabajo nació la Ley 26.928 que hace un año está reglamentada. Soy presidente de la Fundación Trasplante y Vida, pionera en la creación de la ley para personas trasplantadas”.

Esta Ley les dio a los trasplantados un amparo legal para poder trabajar, recibir medicamentos y viviendas. “Nos dio la posibilidad de una vida social más igualitaria. Nos reconoce como trasplantados; ya no como discapacitados”, dijo de forma enfática.

Carlos y su experiencia en el sistema público

“Cuando me detectaron la enfermedad estaba sin trabajo o lo hacía en negro. Una persona del Cucaituc me dijo que vaya al Padilla y ahí  hablé con el doctor Di Marco. Tuve una intervención quirúrgica exitosa, sin un costo adicional para mí. Por eso estoy muy agradecido al hospital y al Sistema de Salud, ya que me cambió la vida. Como digo siempre, por la vista percibimos todo; las alegrías, las tristezas… Hoy soy una persona distinta que realiza actividades físicas, participé de los juegos nacionales para trasplantados y tuve la oportunidad de competir en otros países”, lanzó con un rostro colmado de felicidad.

Mónica Barrionuevo nació con una enfermedad renal congénita que se manifestó a los ocho años. Fueron 30 meses bastante duros mientras se dializaba. “Recibí un riñón de mi hermano. Al principio yo no entendía nada respecto a la donación y por ende no quería que mi él tuviese algún tipo de problema en el  futuro. Doce años después de la operación puedo decir que tenemos una vida normal”. La información que recibió por parte del Sistema de Salud fue vital para despejar dudas y responder todo tipo de preguntas sobre la operación.

Hoy Mónica se desempeña como docente y ex directiva de la institución. También forma parte del equipo olímpico de trasplantados en las disciplinas de salto en largo y 100 metros llanos. “El cambio en mi vida es enorme. El no depender de una máquina para seguir viviendo (ya que los pacientes con insuficiencia renal dependen de un tratamiento de diálisis) es algo único. Valorás cada día más”, afirmó con una lágrima de felicidad en rostro.

Por su parte, Danila Nontano contó que hace seis años le diagnosticaron la enfermedad y sostiene que fue un momento muy duro para ella y su familia, pero que a principio de 2015 fue trasplantada y la vida le cambió por completo.

“Hoy mi vida es totalmente distinta, puedo disfrutar de muchas cosas que antes no podía: del tiempo, de vivir, de mi familia, de las pequeñas cosas a las que antes no le prestaba atención o no las valoraba”, explicó, y con una sonrisa afirmó que rehízo su vida, que tiene un buen trabajo y que es una persona independiente que realiza actividades físicas y deportes.

Por otro lado, los tres hacen un fuerte hincapié en la concientización, en la información y le aconsejan a la comunidad acercarse al Cucaituc, a los hospitales, policlínicas y CAPS a empaparse con una realidad que puede salvar vidas o mejorar su calidad.

Estos pacientes no estuvieron solos, sino de la mano de profesionales tucumanos que son los que hicieron posible que ese órgano donado pueda funcionar en ellos. Sobre este magnífico trabajo, el jefe de la Unidad de Procuración del Hospital Padilla, doctor Carlos Adolfo Eckhardt, dijo: “Tengo el orgullo de conducir un equipo multidisciplinario, muy comprometido y convencido de que la tarea de trabajar en procuración es algo que ayuda y beneficia a la salud de muchas personas”.

Si bien estas instruidas palabras son muy importantes, es valioso resaltar el acompañamiento que le dan al familiar del donante. “Estamos en contacto con los familiares de pacientes que fallecieron en la etapa de duelo. Siempre estamos cerca de ellos, es un trabajo muy difícil pero a  la vez gratificante al ver los resultados. Es un motor, un empuje para seguir adelante. En Tucumán aproximadamente vamos trasplantando a 20 pacientes en el año; todas las historias que conocemos nos impactan bastante. Hay muchas historias que son bastante tristes”, finalizó Eckhardt.

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