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“Una buena conducta solventa los problemas de visión provocados por las nuevas tecnologías”

Las pantallas de celulares, monitores, televisores, tabletas electrónicas y demás dispositivos tecnológicos forman parte de la vida cotidiana. El médico oftalmólogo del Hospital Eva Perón, José Luis Sarsano Domián, explicó la importancia de la conducta frente a estos dispositivos y desmitificó ciertas creencias populares.

_MG_1168bis“Es un mito decir que los rayos del televisor afectan la visión. Todo depende de la conducta que uno tiene frente a los diferentes medios de imagen” indicó Sarsano. Según comentó el profesional, el problema reside en que uno está muy atento a la pantalla y parpadea menos. Esto provoca que el ojo se reseque y, por lo tanto, puede desembocar en ciertas patologías oculares. “Esto sucede, por ejemplo, en la vorágine del trabajo o cuando los niños juegan a sus videojuegos” señaló.

El oftalmólogo explicó que antes se decía a los niños que se alejen del televisor por los rayos, cuando en realidad lo ideal es hacer hincapié en el descanso. El problema reside en que mientras uno se encuentra más cerca de la pantalla parpadea menos. Al respecto, destacó que “cuando el niño se acerca al televisor puede estar diciendo que no ve bien”. Tanto adultos como niños deberían realizar descansos cada 30 o 40 minutos, con una duración de 5 o 10 minutos más.

_MG_1208bisLa distancia mínima con los monitores debería ser de 35 o 40 centímetros. Un buen anteojo con sistema antirreflejo permite parpadear más y disminuir la irritación. Las gotas de “lágrimas artificiales” pueden ser utilizadas, sin embargo lo ideal es no llegar al punto de necesitarlas. “Una buena conducta solventa los problemas de visión provocados por las nuevas tecnologías” reiteró Sarsano.

Para finalizar, recomendó realizar consultas de control oftalmológico cada uno o dos años. Sobre los niños en edad preescolar, enfatizó que la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil recomienda hacer controles a todos los recién nacidos, posteriormente a los dos años y medio, y luego a los seis. Esto es importante porque permite detectar a tiempo si el niño está desarrollando alguna patología ocular.