Un trabajo interdisciplinario de alta complejidad salvó la vida de Guillermo
El bebé nació con 790 gramos a la 1:35 de la mañana, el 25 de octubre. Estuvo tres meses internado y se le dio de alta con 2 kilos y 300 gramos. Fue posible gracias a los procedimientos del Servicio de Sala de Partos y Neonatología.
Todo comenzó cuando Gabriela, mamá de Guillermo, ingresó con 26 semanas de embarazo al Instituto de Maternidad y Ginecología ‘Nuestra Señora de las Mercedes’ a través del Servicio de Sala de Partos, donde la examinaron y se determinó que estaba en situación de trabajo de parto. Allí comenzó una serie de procedimientos estipulados para mejorar la viabilidad de bebés prematuros.
Se inició un procedimiento que se conoce como ‘neuroprotección’ y que se realiza para proteger el cerebro del paciente, optimizar la maduración de los pulmones y así obtener mejor respuesta en la Neo.
“Todo este trabajo se desarrolla al menos cuatro horas antes de que se produzca el nacimiento. La recepción es una parte fundamental. Una vez que el bebé nace, se lo coloca dentro de una bolsa estéril y se le pone un gorrito; estos dos elementos lo protegen del frío, que puede causarle daños. Recién después de todo eso, se le corta el cordón umbilical y se lo traslada a Neonatología. Allí continúan los cuidados correspondientes”, detalló la directora del efector, doctora Elena Hurtado.
Guillermo pudo tomar leche de su mamá a través de una zonda sonda nasogástrica y a partir de eso fue evolucionando. “Tuvo y tiene una madre luchadora que estuvo permanentemente en la institución. Se alojó en la Residencia de Madres para poder estar todo el día aquí. Especialistas le enseñan a la mamá cómo agarrar a su bebé, que es tan pequeño. También a cambiarlo, cuidarlo y cómo se le da la teta. El apego y el contacto piel a piel son fundamentales, tanto de la madre como del padre. De a poco se logra incorporar al bebé a toda la familia con la visita de los hermanos, abuelos y tíos. Darle de alta a un bebé de estas características es una fiesta para todos”, agregó Hurtado.
Por su parte, Gabriela contó: “No le daban muchas probabilidades de vida porque era muy chiquito. Gracias a Dios y a todos los profesionales de este hospital, hoy mi hijo está bien”. Al referirse a su experiencia dentro del efector, expresó: “Para mí fue muy importante tener la posibilidad de estar todo el día aquí mientras mi hijo estaba internado. Venía temprano, subía a la neo, me informaban cómo iba evolucionando, le pasaba la leche por sonda, le cambiaba el pañal y estaba mucho tiempo con él. También me quedaba en la Residencia de Madres, desayunaba, almorzaba, merendaba, hacía talleres, conversaba con otras madres y encontré contención”.
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