El hospital Centro de Salud realizó un Taller de Cesación Tabáquica para la comunidad
El encuentro desarrollado por el Programa Provincial de Lucha Antitabáquica, con el aval del Ministerio de Salud Pública, tuvo diferentes momentos donde los pacientes pudieron aprender, expresarse y recibir consejería de los profesionales. La entrada fue un juguete o golosina para entregar este fin de semana a niños de alta montaña.
“Todos los jueves hacemos esta terapia grupal y multidisciplinaria de cesación tabáquica. Son grupos cerrados que se forman cada dos o tres meses. En este caso hicimos una campaña en honor al Día del Niño y por ello la entrada fue un juguete o golosina. También realizamos actividades lúdicas para liberar endorfinas, parte de la terapia de cesación tabáquica”, relató la referente del programa, doctora Ariela Tarcic.
Generalmente el equipo trabaja los casos particulares en el consultorio de forma individual y luego en el grupo se brinda la contención necesaria. Los tres primeros meses son los más intensos; los pacientes asisten al plan una o dos veces por semana, luego se los cita cada dos meses por ejemplo, y se les hace el control durante todo un año con el objetivo de reforzar la idea de dejar de fumar y que permanezcan en abstinencia por ese tiempo. La terapia individual dura entre 45 minutos a una hora, y la grupal aproximadamente dos.
“Somos 17 servicios públicos y gratuitos, con entrega de medicación, que trabajamos para ayudarlos con la cesación tabáquica. Los invitamos a todos los que necesiten a sumarse, es difícil pero se puede”, expresó la profesional.
En primera persona
Rosario Antonia Frías comenzó a fumar a muy corta edad, con tan sólo cinco años. Su historia con el cigarrillo empezó cuando por un lamentable accidente en la cocina de su casa se quemó las piernas con aceite. A modo de tranquilizarla, su padre, le hizo probar su primer cigarro. “Me hacía dar pitadas para que no llore. Cuando crecí me acostumbré a fumar, y a los 15 años ya me compraba sola el paquete”, recuerda.
Con el paso del tiempo fue adquiriendo independencia, obtuvo su primer trabajo como empleada doméstica a los 16 años y eso fue una catapulta para no parar.
“Algunos me decían que no tenía que hacerlo, pero ya me había acostumbrado a fumar. Ya no podía dejarlo. Me envicié. Fumaba en ayunas, eso me calmaba los nervios. En ese momento era piel y hueso. No respiraba bien, pero nunca me preocupé por eso. El cigarrillo llegó a afectarme el sistema nervioso”, continúa Rosarito, como la conocen en el grupo de cesación tabáquica al que asiste hace cinco años.
Pero un día, un fuerte dolor en sus riñones la hizo recapacitar. Asistió al nefrólogo, quien entendió que la causa de sus problemas venía por otro lado, y la derivó con urgencia al neumonólogo. El profesional la revisó y le explicó que sus pulmones estaban en peligro y que era sumamente importante que dejara el cigarrillo.
“’Tenés roto el pulmón Rosarito. Esto es para que lo dejes sí o sí’, me decía el doctor; pero yo no podía dejarlo. Mis dos hermanas que fumaban dejaron el cigarrillo para ayudarme a mí. Le robaba el cigarro a mi sobrino para fumar. Hasta que un día me enfermé muy mal. Y fue entonces cuando me derivaron a la doctora Ariela, quien me dijo que tenía que dejarlo urgente y para siempre. El cigarrillo me afectó los nervios, la presión, los oídos; tenía mala irrigación, hasta la vista me dañó”, narra.
Sin embargo, no todo fue tan mal. Gracias a su incansable esfuerzo, a todo el equipo de médicos y psicólogos de programa, y al maravilloso grupo de cesación tabáquica con quien compartió, pudo dejarlo. “Hace cinco años que no fumo. Dios y la Virgen nos ayudan para que así sea. Sí se puede dejar, hay que poner el mayor esfuerzo de uno mismo, a mí me costó pero lo logré”, termina con una sonrisa Rosarito.