Día Internacional del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
El jefe del servicio de Maduración y Desarrollo Infantil del hospital Avellaneda, doctor Juan Pablo Molina, se refirió a la conmemoración establecida con el objetivo de concientizar sobre las necesidades efectivas de quienes presentan el trastorno y sus familiares. Además, se busca arribar a diagnósticos tempranos y oportunos efectuados por especialistas en el área, que estudian las conductas del niño en diferentes ámbitos y cómo las mismas repercuten en su día a día.
El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es uno de los de desarrollo más frecuente a nivel mundial y se da en un 5 a un 7% de la población infantil, es decir que se calcula que hay un niño por aula con estas dificultades. Se define por criterios específicos que destacan principalmente aspectos de la atención y también del nivel de actividad y conductuales, que pueden estar relacionados o emparentados con la impulsividad también.
“Existe una serie de criterios específicos para definirlo y también hay edades en las que se puede ir determinando. En general se debe tener mucha cautela al momento de hacer diagnósticos de este tipo en niños menores de 6 años, por mencionar algo, ya que es una etapa en la que todavía los niños están en desarrollo de las habilidades de atención y de la posibilidad de regular su nivel de actividad y todas estas cuestiones; entonces hasta esa edad se va quizás observando un perfil del niño que puede ser compatible con el trastorno, pero el diagnóstico se hace ya a partir de esas edades en adelante”, aclaró el profesional.
Los síntomas relacionados con el déficit de atención o con la hiperactividad deben estar presentes por lo menos durante seis meses, antes de los 12 años de edad y en dos o más contextos, agregó el especialista, en tanto comentó para ser considerados como señal del trastorno propiamente dicho, deben interferir con el funcionamiento diario de la persona en diferentes ámbitos: “Puede haber niños que sean inquietos y tengan quizás cierta desorganización en la forma de trabajo en el aula y otras cuestiones, pero si eso no incide en su funcionamiento diario y tampoco genera una dificultad en el aprendizaje o en su desempeño en el hogar, no se puede definir como TDAH”. |
“Por lo general empleamos diferentes estrategias para evaluar esto, muchas veces usamos test que se entregan tanto a los maestros como a los padres para que ellos puedan describir ahí, de acuerdo a lo que el test les va marcando, todos los síntomas relacionados con la atención, la hiperactividad y la conducta. De esa manera uno ya puede sacar perfiles específicos de cómo está ese niño en cuanto a esos aspectos en diferentes ámbitos”, detalló.
Actualmente, advirtió Molina, hay mucha gente hablando sobre este diagnóstico de forma liviana y sin tener una evaluación formal y profesional realizada, por lo cual enfatizó se recomienda que la primera consulta ante cualquier duda se pueda hacer con el pediatra y, si después es necesario, se realice la derivación a un especialista que pueda aplicar test diagnósticos validados a nivel internacional y que permiten saber en detalle el cuadro del paciente.
“Que quien hace el diagnóstico pueda valerse de información proveniente de diferentes ámbitos donde el niño se mueve es esencial y también que conozca en detalle cómo fue la trayectoria del desarrollo de ese chico desde temprana edad. Sin tener la cautela o por lo menos el conocimiento de entender que el desarrollo del niño en estos aspectos hasta los seis años tiene un proceso en el que hay que ir viendo que se dé dentro de lo esperable, y hacerlo prematuramente -entre los 3 y 4 años- nos puede estar llevando a hacer el diagnóstico de forma prematura también”, concientizó el referente al tiempo que destacó es fundamental descartar que esas características que el chico pueda presentar no sean debido a otro tipo de trastornos.
Siguiendo esta línea Molina manifestó que es primordial diferenciar estos cuadros de un trastorno de espectro autista o de lo que puede ser también un trastorno de ansiedad o ciertas características propias del niño que, reiteró, si no repercuten en su funcionamiento diario, no deberían ser consideradas dentro de un diagnóstico de un trastorno por déficit de atención e hiperactividad.