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“El día que me trasplantaron fue el día de mi renacimiento; ahí volví a vivir”

Así lo afirmó María Soledad Ortíz, quien fue la tercera persona trasplantada y primera de donante cadavérico en el Hospital Ángel C. Padilla. Le diagnosticaron insuficiencia renal y necesitaba un riñón, estuvo en lista de espera y en 2012 se concretó la operación. Hoy lleva una vida normal junto a su esposo y sus dos hijos.

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Donar órganos es dar vida. Esta es una frase tan conocida como cierta. Ya son muchas las vidas que se salvaron en Tucumán gracias a la solidaridad de este acto y al trabajo de la Unidad de Trasplante del Padilla. La familia de una persona fallecida decidió donar los órganos, una mujer en lista de espera lo necesitó, fueron compatibles y se realizó la operación. La mujer se llama María Soledad Ortíz, tiene 38 años y gracias a todo ese proceso pudo ser trasplantada y salir adelante.

Todo empezó en el 2009, cuando a Soledad le detectaron una insuficiencia renal y tuvo que aprender a convivir con las diálisis. Eran tres veces por día durante largas horas. Ya inscripta en la lista de espera para ser trasplantada en el Padilla, de a poco iba perdiendo las esperanzas. Los meses pasaban y con ellos los años, pero la mujer no recibía noticias sobre una posible operación que le salve la vida. Sus dos hijos crecían y ella, junto a su esposo, esperaba el milagro. En octubre del 2012 recibió el llamado, el que indicaba que había un riñón y que ella era la beneficiada. “No lo podía creer. Por fin iba a recibir ese órgano que me devolviera la esperanza”, cuenta Soledad.

La operación duró unas cuatro horas, desde las 23 hasta las 3 de la mañana del otro día. Se realizó en la Unidad de Trasplante del Hospital Padilla y fue un éxito. “Cuando me desperté me dijeron que estaba todo bien pero que el riñón no estaba funcionando de la manera que esperaban. Estuve 20 días internada allí con controles minuciosos, psicólogos y personal que se encargaba de mí especialmente”, detalló la mujer. Después de casi tres semanas le dieron el alta y pudo regresar a su casa en perfectas condiciones.

Los días posteriores fueron de visitas diarias al Padilla para estudios y exámenes que iban determinando de a poco el buen estado de salud de Soledad. Al tiempo, los controles ya no eran tan seguidos y actualmente la paciente visita el efector solo una vez por mes para dosaje de sangre, estudio que determina si las drogas son bien recibidas por el organismo. “Estoy muy bien y no tengo ningún impedimento a la hora de desenvolverme, de hecho soy ama de casa y me encargo de todos los quehaceres del hogar”, continuó contando la paciente.

Según Soledad, pasar por una experiencia tan difícil sensibiliza, abre la mente. “Los que tengan que decidir algún día, que lo hagan por la donación. Hacerlo es salvar una persona o mejorar la vida de otra”, expresó.

La jefa del Área de Capacitación y Extensión del Cucaituc, licenciada María del Carmen Nazr, dijo que el acto de la donación de órganos, tejidos o células da origen al derecho de vivir. “La señora Ortíz es el testimonio vivo de la solidaridad de los tucumanos”, señaló. Además, aseguró que la donación no es tan solo para alguien, sino para muchos: la familia, los amigos, los compañeros. “El entorno de un paciente que necesita ser trasplantado para vivir también espera. Espera el renacer de una nueva vida del ser que ama, con más oportunidades y más alegría. Todo eso es solidaridad”, cerró la especialista.

De aquella operación participaron, entre muchos otros integrantes del equipo del Padilla, el titular del Cucaituc, Aldo Bunader, y el subjefe de la Unidad de Trasplante Renal, Fernando Gómez Huamani.

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