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El equipo sanitario de Alta Montaña: una pieza fundamental en la vida de las comunidades y su bienestar

Médicos, enfermeros y agentes socio sanitarios, cada día dan lo mejor de sí para garantizar que la salud llegue a todos los rincones de la provincia. Bajo los lineamientos del Ministerio de Salud Pública, que dirige el doctor Luis Medina Ruiz, se cumple la misión de que la salud es una y debe ser accesible para todos por igual.

“El médico de alta montaña es una persona preparada o acostumbrada a este tipo de terrenos que son de muy difícil accesibilidad. Fundamentalmente, hay que saber andar a caballo y muchas veces tienen que caminar para llegar a los servicios. En promedio tenemos entre cuatro y siete horas a pie o a caballo para llegar a los servicios porque no hay otra forma de acceso. No tenemos sendas para motos ni para móviles en algunos efectores”, comienza explicando el responsable de la Dirección del Área Operativa Alta Montaña, médico generalista Carlos Rodríguez.

Es así que, los doctores tienen un régimen de trabajo de semana de por medio y se quedan algunos días en el servicio. Para ello, se programan las intervenciones de manera que siempre haya un médico presente en la zona de los cerros.

“Nos apoyamos mucho también en el equipo de salud. Más que hablar de medicina rural hablamos de salud rural. El médico de alta montaña no es nada sin su equipo de trabajo, y la gente de enfermería y los agentes sanitarios, que por lo general son pertenecientes a la comunidad originaria, son los que están todos los días”, añade el referente.

A pesar de la asistencia primaria y programada, muchas veces surgen situaciones de emergencia: “Cuando las condiciones climáticas son operables, trabajamos coordinadamente con la Base de Emergencias del 107 y Aeronáutica. Informamos la necesidad de urgencia del traslado, nos comunicamos con el 107 y ellos se encargan de coordinar el traslado. Entonces, ante la urgencia, el paciente puede estar entre 15 a 20 minutos, que es lo que demora el vuelo, en un centro de mayor complejidad. Ahora cuando las condiciones no son las adecuadas, si llueve, si es de noche, se llega en ambulancia hasta donde más se puede con los móviles 4×4 y por lo general, la comunidad se organiza para hacer traslados a pulso acompañados siempre por el enfermero o agente sanitario. Nuestros profesionales son personas a las que realmente les gusta hacer esto, por compromiso con su comunidad. Uno entabla una relación distinta con el paciente rural o de alta montaña porque generalmente son comunidades chicas, de entre 100 y 200 habitantes. Nuestros médicos llevan trabajando en el área entre 10 y 15 años”.

Siguiendo esta misma postura, la jefa del CAPS El Nogalito, doctora Noelia Otaiza, cuenta: “El CAPS El Nogalito es uno de los ocho que pertenece al Área Operativa Alta Montaña. Es uno de los más cercanos a las urbes, aunque la accesibilidad igualmente es dificultosa en tiempo de lluvia, el camino es sin pavimento; pero tenemos más cercanía con el tercer nivel de atención con quienes trabajamos articuladamente. Tenemos una población de 430 habitantes, la cual se divide en población fija y otra itinerante, que se comunica más que nada por trabajo con las localidades de San Pablo y Lules, aproximadamente son 50 personas. Aquí les ofrecemos el primer nivel de atención, trabajamos mucho con promoción y prevención en salud”.

Las patologías prevalentes, sostiene, se dividen de acuerdo a la estación del año. Por ejemplo, en invierno se observan muchas patologías respiratorias. Y durante todo el año, diarrea, ya que es una zona que no tiene agua potable.

El equipo está formado por un médico rural (doctora Otaiza), dos licenciadas en enfermería, tres agentes socio sanitarios que son de la comunidad, y personal de mantenimiento. Luego, personal itinerante que son licenciados en obstetricia, psicólogos, trabajadores sociales, ecografistas.

“Trabajamos además haciendo visitas domiciliarias, ya que mucha gente no puede llegar al CAPS por la lejanía o porque también hay población añosa. Como todo CAPS Rural es especial, es más familiar, tratamos de cubrir las necesidades de la población con los recursos que contamos y es muy importante para nosotros la articulación con los distintos niveles”, refuerza.

Vanesa Arjona, enfermera del CAPS, rememora su paso por el efector: “Trabajo aquí desde febrero del 2006, bien se inauguró. Vivo en El Siambón, a 13 km de aquí. Primero venía en colectivo aunque me dejaba bastante lejos, después en moto, auto, caminando; de todas maneras. Hay veces que tenemos muchos pacientes, otras no tanto. Antes trabajaba en la ciudad, en un sanatorio, pero elegí hacerlo acá. Lo lindo de trabajar aquí es ver cómo crecen nuestros pacientes. Los vimos nacer, los atendimos desde chiquitos y ahora ya son adolescentes. Es cierto que también es feo cuando fallecen miembros de la comunidad, los abuelos por ejemplo, o un joven que falleció hace poco. Es la vida que va pasando”.

Luego, Ángela Canseco, agente sanitaria del CAPS, comenta que vivió siempre en El Nogalito. Se conoce con todos los vecinos, le gusta su trabajo y es una más de la comunidad. En varias ocasiones, su labor no termina cuando concluye su horario laboral; más de una vez la buscaron en su casa para asistir a algún vecino ante la urgencia.

Testimonios

Noemí, tiene 40 años, es vecina de la zona y relata de primera mano su experiencia con el efector: “Soy nacida y criada en El Nogalito. Ellos siempre están presentes para cuidar a mi abuela, los agentes socio sanitarios y también los médicos. Estoy agradecida por esto, esta es una zona que no tenemos los medios para trasladarnos, más en el caso de mi abuelita que ya es una señora grande. En el caso de mi abuela, ella estuvo internada, y ahora le hacen los controles. Vienen a atenderla semanalmente. Por eso, estoy muy agradecida con la gente del CAPS”.

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