Qué es el trastorno de bipolaridad
Es una enfermedad mental crónica que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo (animostato). Se presenta en forma de episodios recurrentes que van desde la manía o hipomanía (alegría, exaltación o euforia), hasta la depresión (tristeza, inhibición e ideas de muerte).
Estas variaciones anímicas influyen de forma significativa en los aspectos sociales, familiares, académicos o laborales de la persona que tiene la enfermedad. La subdirectora del hospital del Carmen, licenciada Fanny Gabriela Díaz, contó que en los últimos 10 años ha aumentado mucho la consulta sobre bipolaridad.
“Generalmente comienza la asistencia por la guardia porque el paciente viene en un estado de crisis, es decir que están acelerados, intolerantes, con conductas exuberantes y también con conductas compulsivas de gastos extremos o gasto de energía, sin poder comer o dormir, entonces empieza a provocar una alteración en el grupo familiar y por eso generalmente consultan”, explicó la profesional, a la vez que indicó que los pacientes que ingresan por consultorio ambulatorio son aquellos que llegan contando que algo anda mal, que tienen momentos que tienen mucha tristeza y angustia. A partir de allí se le realiza una evaluación psicodiagnóstica y con el trabajo en conjunto de los psiquiatras se llega al diagnóstico de bipolaridad.
En la oportunidad, la profesional sostuvo que el tratamiento con fármacos es imprescindible, aunque a veces es necesario complementarlo con una intervención psicológica. “Es necesario generalmente por la inestabilidad en el humor. Si no, provoca mucho malestar a nivel emocional y físico en el paciente. Aparece después de los 30 años, hay personas donde el trastorno es más evidente porque ya tuvieron diversas crisis de melancolía, apáticos y sin poder levantarse y luego pasan a estados de mucha manía, intensos o se sienten perseguidos, entonces como ya tuvieron diferentes situaciones así empiezan a consultar”, agregó.
Por último, Díaz manifestó que en la mayoría de los casos los pacientes no se dan cuenta, sino que su grupo familiar es quien lo empieza a detectar.