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“Siempre pensé que vivimos por y para el paciente”

Una enfermera del hospital de Bella Vista, luego de brindar su vocación de servicio por más de 40 años a la salud Pública, cuenta cómo fueron sus inicios y la gratitud que recibió por parte de la comunidad.

María Antonia Acevedo, de 63 años cumplió 40 años de servicio como enfermera en el hospital de Bella Vista y contó que en sus inicios trabajó varios años ad honórem hasta que un día el director del hospital, quien había sido su pediatra, le informó que a partir de ese día legalmente comenzaba a formar parte del staff de enfermeros del hospital.

 

“Recuerdo ese día como si fuera ayer, yo estaba muy feliz, porque pensaba que no iba a conseguir el cargo y ya tenía pensado viajar a Buenos Aires a buscar suerte, creo que el destino quiso que me quede en mi amada Bella Vista donde nací, crecí y amé”, comentó.

María Antonia recuerda que en los años de ejercicio de su profesión pudo empatizar con los pacientes de manera tal que se sentía muy feliz cuando un paciente que llegaba muy mal, se iba muy bien; al igual que la abordaba la tristeza al presenciar la muerte de jóvenes producto de accidentes y la impotencia de no poder ayudar a salvar su vida.

“Tengo en mi mente muchísimas anécdotas y hay personas que a diario me ven y agradecen por como los ayudé o por el trato que tuve con ellos”, contó.

La enfermera detalló que en sus primeros años dentro del hospital trabajaba en ginecología y asistía a todos los partos. “Había mamás que debían ser derivadas a la Maternidad por diferentes complicaciones y no tenían dinero para el traslado, entonces yo sacaba de mi bolsillo y les daba para el pasaje, era algo que me salía de forma natural, del corazón brindarme a los pacientes de forma completa”.

 

En su reflexión, María Antonia dice ser una agradecida de la vida y gratificada por haber trabajado en el hospital, ya que no solo tenía la posibilidad de un trabajo seguro y un sueldo digno, sino la posibilidad de compartir con los mejores profesionales de la salud de los cuales aprendió muchísimo.

“Toda la vida amé mi profesión, fui una enfermera de la vieja escuela y tengo gran cariño por la gente y siempre pensé que vivimos por y para el paciente. En mi cotidianeidad me levanto a las 5:30 de la mañana, me baño y me maquillo (algo imprescindible para mi). Luego emprendo camino hacia el hospital que queda a un kilómetro de mi domicilio y lo recorro en bicicleta mientras saludo a mis vecinos y conocidos en cada lugar. Si bien mi horario de ingreso es a las 7:00, toda mi vida entré media hora antes”, enfatizó.

Consultada Mariquita (como le dicen en el Barrio) sobre qué consejo daría a los jóvenes estudiantes de enfermería, ella expresó que lo fundamental es tener empatía con el dolor ajeno, pensar que puede ser un familiar muy querido y ayudarlo desde ese lugar, tratarlo con amor y socorrerlo tanto como se pueda.

“No imagino mi vida lejos del hospital, pero sé que cuando me jubile las personas seguirán buscándome en mi casa por alguna prestación, algo que pasa muy frecuentemente en la actualidad y no cobro jamás por las curaciones, colocación de inyecciones o lo que necesiten. Jamás pedí dinero a cambio, es por eso que seguramente cuando me llegue el jubileo me dedicaré a acciones relacionadas con la caridad y la ayuda al prójimo”.

 

Finalmente, la enfermera hizo hincapié en que lo único que espera que los compañeros que continuarán trabajando luego de su retiro, es que piensen igual que ella, cuiden al paciente, velen por ellos y siempre busquen su bienestar ya que la enfermería es una profesión de amor.