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II Festejo de Altas Terapéuticas

El Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones trabaja por demanda espontanea a partir de las 7:30 de la mañana. La persona que llega a realizar su consulta, es atendida en el mismo día para luego pasar a un dispositivo de admisión; así funciona esta área del Hospital Avellaneda.

El tratamiento abarca no solo al paciente, sino también a su familia. Hay abordajes individuales y grupales. Desde el aspecto grupal, el servicio de Adicciones del Avellaneda cuenta con una oferta de múltiples talleres para sus usuarios, los cuales van desde gimnasia hasta música y arte; todos con la intervención de terapistas ocupacionales, profesores de educación física, psicólogos, entre otros profesionales.

“No se necesita sacar turnos, al iniciar se cumple con un proceso de admisión por el que se determina de qué modo se puede asistir mejor al paciente, que es ingresado y derivado a la instancia que corresponda”, contó la jefa del Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones, Lilian Delgado, quien agregó que «generar las instancias de expresión libre en este tipo de patologías es muy importante porque muchas veces los pacientes no pueden expresar todo lo que les sucede de forma verbal, pero sí artísticamente a través de la música y sus cuerpos”

La entrega de las altas terapéuticas se dio en un encuentro ameno y cordial con la presencia de familiares y amigos. Este año se dieron 8 altas y reconocimientos a procesos avanzados hacia el alta. Se considera el alta cuando la persona ya recorrió un tiempo sin consumo, pero sobre todo cuando logra sustituir el objeto droga por algo que es placentero en su vida y la hace sentir bien.

La especialista instó a quienes puedan estar pasando por un momento de crisis de consumo o a sus allegados, a que concurran a la consulta. “Recomendamos a la comunidad que si están atravesando por este tipo de problemáticas se acerquen al servicio. Desde aquí vamos a darles respuestas y acompañamiento. La voluntad y la decisión del paciente son determinantes, pero nuestros equipos acompañan y asisten en el descubrimiento de la persona de sus potencialidades”, se explayó.

Gabriel, un testimonio de lucha con final feliz

Gabriel Justino Palleras tiene 50 años y acudió por primera vez al hospital hace siete años. La adicción al alcohol no le permitía realizar un tratamiento completo, ya que intentaba rehabilitarse dos meses y luego recaía, tratando de retomarlo seis meses después. Sus idas y venidas por el Servicio de Adicciones del Avellaneda fueron muchas, en este lugar nunca se le cerraron las puertas aunque, para sí mismo, Gabriel sentía que él era el que estaba fallándole al hospital, ya que sus promesas de volver y terminar el tratamiento no eran cumplidas. Palleras dijo que comenzó a beber desde los 13  hasta los 45 años, periodo en el que considera haber perdido muchos momentos importantes de sus seres queridos, como ser la infancia de su hija, que tuvo que delegarla al cuidado de su abuela.

Consecuencia de toda esta situación, hace seis años su hija comenzó con la adicción a las drogas y Gabriel se encontraba incapacitado de poder ayudarla ya que pasaba sus días alcoholizado. “Un día, una doctora me explicó que la única manera de salvar a mi hija era que yo dejase la bebida y eso me hizo hacer el clic que necesitaba. Ella dejó las drogas hace cuatro años, mismo tiempo en el que yo dejó la adicción al alcohol, así que fue algo en conjunto”, expresó.

“Gracias a este hospital y a Dios salí de esa adicción porque el mismo Servicio me aconsejaba acercarme a una iglesia y  seguí ese consejo, así que complementando la ayuda que me dieron aquí me aferré a Dios y logré rehabilitarme”, se explayó Gabriel. Hoy, ya rehabilitado, puede disfrutar de sus nietos, verlos crecer y jugar con ellos; algo que en el pasado no pudo realizar con su propia hija.

“Desde mi lugar puedo dar este mensaje a aquellas personas que están pasando por un momento de crisis causado por alguna adicción: acérquense al hospital, escuchen a los médicos y a sus consejos. Quiéranse a uno mismo y, lo más importante: aferrarse a Dios para poder salir”, concluyó.

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